ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE SAUL UBALDINI

ubaldini1De rigurosa campera de cuero, Saúl Ubaldini marcó una época dentro de la CGT.
Algunos recordarán el “Saúl querido”.
Otros aquella frase de “mantequita” que le había dedicado Raúl Alfonsín.
Muchos se acordarán de su eterna campera de cuero, convertida en un icono de los ’80,
tampoco faltará quien extrañe aquella afonía producida por el cigarrillo que los parlantes reproducían a todo volumen en las movilizaciones de la CGT, las que acompañaron a los ya famosos 13 paros nacionales con que enfrentó la política económica del gobierno radical.
Con Ubaldini, hincha de Huracán y peronista de toda la vida, desaparece un modelo de dirigente sindical que logró movilizar a miles desde la secretaría general de la CGT, pero que luego perdió toda su influencia con la asunción de Carlos Menem (el mismo a quien había ayudado a ganar). Tanto perdió que el orador de miles pasó a ocupar una oscura oficina del edificio de Azopardo e Independencia. Una parábola no sólo del peronismo, sino también de la desindustrialización.


Nacido en Mataderos, lo que potenciaba su orgullo peronista casi hasta el estereotipo, hijo de un obrero de la carne y una costurera, Ubaldini descubrió sus pasiones en la adolescencia. “Tomar un buen vino, jugar chinchón con mis amigos, ver ganar a Huracán y escuchar las viejas cintas del general Perón son mis máximos placeres”, contaría años después en su biografía personal. De aquellos años, se jactaba, recordaba especialmente su buena estrella con el sexo opuesto. “Me iba bastante bien. Y puedo decir con orgullo que nunca conocí el despecho o la traición.”
Pero entre los bailes para escuchar Los Panchos o al maestro Carlos D’Agostino, Ubaldini se fue involucrando cada vez más en el mundo sindical. Había trabajado como cadete, como aprendiz de taller mecánico y en una farmacia pero la búsqueda terminó cuando ingresó al frigorífico Lisandro de la Torre, donde se había hecho famoso el histórico Sebastián Borro. Entonces comenzó su carrera gremial. Luego contaría que en esa opción influyó la primera vez que cayó preso, en 1964. Poco después se incorporó a la Compañía Argentina de Levaduras y allí ingresó al mundo de los Cerveceros. El que lo haría conocido.
En 1972 fue elegido secretario general de la Federación Obrera Cervecera Argentina (FOCA). Por aquellos años seguía soltero (se casó de grande, en dos oportunidades, primero con Felisa Pazos y muchos años después con Margarita Muñoz) pero por opción. “Yo tenía 36 años, todavía le esquivaba al matrimonio pero le hacía frente a todos los reclamos sindicales”, se confesaría con la perspectiva de los años. Era todavía un dirigente cervecero apenas conocido cuando se ganó los odios del interventor militar de la CGT: leyó un mensaje público a sus compañeros presos.
Sus intervenciones más famosas llegarían en 1979, luego de que saltara a la secretaría general de la CGT. Lo había apadrinado nada menos que Lorenzo Miguel, entonces topoderoso titular de las 62 Organizaciones. Después, con la división de la central entre Azopardo y Brasil, Ubaldini optó por la segunda, que había elegido la postura combativa. Como titular de la CGT organizó el primer paro general contra la dictadura, el 27 de abril de 1979, que terminó con heridos y presos. Luego organizaría una de las primeras manifestaciones públicas en contra la dictadura. Fue en la iglesia de San Cayetano, Liniers. Allí se escuchó por primera vez la consigna “Paz, pan y trabajo”. Su papel en aquellos años le valió algunos reconocimientos, como la medalla que le entregaron “por su aporte a la recuperación de la democracia”.
Cuando le preguntaban por los cambios que Menem había producido en el peronismo, Ubaldini solía indignarse. Eso explica que saliera a apoyar a Eduardo Duhalde en 1997, cuando empezaba a juntar a los compañeros disconformes. Pero Saúl se había subido al menemóvil. “No me arrepiento porque voté una plataforma de la cual era partícipe porque la realizamos en su momento sobre la base 26 puntos de la CGT. Revolución productiva, salariazo, defensa de las empresas públicas”, solía defenderse. A mediados de los noventa, cuando el enriquecimiento de algunos de ciertos dirigentes sindicales era evidente, él se defendía mostrándose como todo lo opuesto. “Vivo de lo mío no me interesa lo demás”, solía decir.

Martín Piqué
Página 12.

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