El 29 de diciembre de 2002 murió el lider sindical de la Unión Obrera Metalúrgica que durante 50 años formó parte de la organización gremial.
Lorenzo Mariano Miguel nació en Buenos Aires el 27 de marzo de 1927, hijo de Claudio Valeriano Miguel y Brigída Martinez, modestos inmigrantes españoles radicados en Villa Lugano. A los 12 años tras la muerte de su padre le tocó vivir el desamparo de los trabajadores y apenas terminados sus estudios primarios sintió la necesidad de conseguir trabajo para sostener su hogar compuesto por su madre y 5 hermanos. A los 18 años comenzó su vinculación con la metalúrgica, al ingresar como operario de CAMEA. Sin embargo el 17 de octubre de 1945 ocurrió un hecho en la historia de la Argentina, que cambió para siempre la vida de Lorenzo Miguel, quien con sus 18 años se encolumnó junto a sus compañeros por la Avenida Rivadavia rumbo a Plaza de Mayo, en la gesta más genuina de participación popular en el siglo XX. En 1969 con la muerte de Augusto Vandor comenzó a dirigir la UOM con el cargo de Secretario General y desde ahí en más siempre fue reelecto por el conjunto de los trabajadores metalúrgicos.
En 1951 comenzó su carrera como delegado gremial y en el año 1955 era Secretario General de la Filial Villa Lugano, con la caída del peronismo fue perseguido y enviado a la prisión de La Pampa en 1959. En 1968 el gobierno de Onganía le suspendió la personería gremial y con ello la posibilidad de percibir la cuota sindical; único ingreso en aquellos tiempos previos a la ley de obras sociales. El 20 de marzo de 1970 es elegido por los trabajadores de la seccional Capital Federal y por el Colegio Electoral, como el nuevo Secretario General de la Unión de Obreros Metalúrgicos.
Participó de la estrategia del regreso de Juan Domingo Perón en 1973 y con el golpe militar del 24 de marzo de 1976, fue apresado, torturado y confinado al buque de prisión los “33 orientales” y luego al penal militar Madgalena, fue liberado en abril de 1980. Con el regreso de la democracia en 1984 encabezó nuevamente la conducción del gremio hasta el fin de sus días.
Los compañeros de militancia de toda la vida ven él, la identificación de los valores de la honradez, la palabra empeñáda, el honor y la austeridad, que aprendió en su humilde hogar de inmigrantes y ni sus enemigos más acérrimos se atrevieron a acusarlo de corromper su conducta, ni el estilo de vida austero, que fue siempre su sello identificatorio, en un país hastiado por la frivolidad y la demostración obscena de bienes materiales y vidas pomposas, tal vez siempre haya recordado y valorado 2 famosas frases de Perón; “para el peronismo solo hay una clase de hombres, los que trabajan” y “una sola clase de dirigentes, los que hacen siempre lo que el pueblo quiere”.
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