Hace muchas décadas, en el 33, al comando de un viejo camión Manchester Carlos Augusto Mux unía Bahía Blanca con Carmen de Patagones. Quizás sin saberlo, trazó un camino que su descendencia, mas tarde, recorrería una y otra vez. Para ellos, transportar cargas se convertiría en algo mas que un trabajo, un modo de entender y sentir la vida.
Federico Mux, bisnieto de Don Augusto es roquense, tiene 29 años, se autodefine como un camionero joven pero “de la vieja escuela”. No tiene que buscar demasiado en su memoria el recuerdo de “la primera vez” que manejó un camión. Está intacto, al alcance de la mano, “tenía 8 años, fue un viaje para Alverio de Villa Regina, llevábamos dulce” recuerda. “En el tramo de Choele (N.R Choele Choel) a Río Colorado que es llanito mi viejo me lo dio, aunque él aceleraba, porque a mi no me llegaban los pies a los pedales” se sonríe mientras describe la situación como si hubiese ocurrido ayer. No resultó peligroso manejar siendo tan chico? “No para nada si el Dodge 800 que teníamos no andaba más que a 40 kilómetros por hora” bromea Federico.
Hoy conoce un sinfín de rutas y caminos del país, “aunque no todavía no fui a Brasil” confiesa, “de todos modos si la situación del valle sigue así, me parece que el año próximo vamos a tener que ir”. Federico explica la situación de lo que llama el camionero tradicional, “que tiene un equipo o dos, que ama lo que hace”. “La entrada de grandes empresas a cambiado las reglas del juego, han aparecidos camioneros jóvenes y ya no es lo de antes”.”Yo recuerdo y sé por mi padre, de solidaridad y compañerismo, de respeto por el otro que también necesita de la plata tanto como vos, por eso te digo que soy heredero de la vieja escuela” opina. En parte, el cambio de reglas, “se debe a la actualización de las flotas de camiones, viajan mas rápido y sin desperfectos, y empresas grandes que -de repente- se meten en el mundo de los camiones ”.
Para Federico Mux “es difícil durar en el camión si no te gusta, porque el trabajo consta de viajar, y la familia queda en casa, y eso pesa”.
Los bemoles de este sacrificado trabajo ceden espacio frente a la descripción del momento ideal para viajar, un ardid infalible para descubrir la existencia o no de pasión, “una noche estrellada”, piensa Federico mirando hacia arriba, “de verano” continúa y cierra los ojos, “con el vidrio de la ventanilla bajo, oir el motor, que vaya serenito, de noche trabaja mas aliviado –aclara- porque de día el camión sufre el calor tanto como uno –advierte-, yo lo escucho y siento como va, serenito, porque de noche…